La hija de las flores – Dramatización

La hija de las flores

de Gertrudis Gómez de Avellaneda

Reparto:

Flora: Macarena Sanz

Doña Inés: Carmen Gutiérrez

Tomasa: Marta Aledo

Beatriz: Victoria Dal Vera

El Conde: Jesús Noguero

El Barón: Joaquín Climent

Don Luis: Carlos Jiménez- Alfaro

Juan: Pablo Huetos

 

Ambientación y vestuario: Almudena Vello

 

Iluminación: Rodrigo Ortega

Ayudante de dirección: Gustavo Galindo

Versión y dirección: Vanessa Martínez.

La fragante mixtura

Lo primero que llamó mi atención de esta refinadísima y, por momentos, desconcertante obra dramática no fue tanto el título, La hija de las flores, que  ya en sí parece encerrar un romántico misterio, sino el subtítulo, Todos están locos, que parece auspiciar la lectura de una comedia disparatada. Y para mi enorme sorpresa descubrí que, ambas cosas, comedia y romanticismo, parodia y misterio, están sorprendentemente hermanados.

Por un lado nuestra heroína, Flora, concentra todas las características que normalmente son atribuidas al héroe romántico: rebeldía, resolución, pasión extrema, amor por la libertad… Sin embargo, en esta obra, estas cualidades, así como el manejo de la acción,  pertenecen a una mujer.

Asistimos, además, a la ruptura de tópicos de género, como su rapidísima declaración de amor, su resolución, que contrasta con la indecisión de su amado, Luis… Nos imaginamos la sorpresa de los espectadores de un teatro madrileño en 1852, cuando una mujer joven se plantó delante de un desconocido y le espetó, sin paños calientes, que lo amaba.

Hay que añadir la presencia de otros dos personajes románticos que subrayan la importancia del misterio, que son Inés y el Conde: pesares internos, secretos del pasado que impiden la alegría en el presente, episodios que no se recuerdan y que poco a poco se van desvelando…

Por otro lado, entre tanto romanticismo y tanto misterio, asoma una ineludible tendencia a la comedia; y es que todos los personajes parecen ir cayendo presos de una especie de locura, que les lleva a comportarse de maneras inexplicables. Cuanto más romántico es su comportamiento, tanto más son tildados de dementes por el resto de personajes que observan, entre fascinados y aterrorizados, los arrebatos de pasión de los habitantes de la casa que parecen, además, ir contagiándose  los unos a los otros.

¿Nos encontramos entonces ante una intriga romántica al uso, al que la autora concede algunos momentos para la comedia? ¿O quizá ante una parodia que juega desaforadamente con los tópicos del romanticismo como objetos de burla? Resulta extraño, pero creo que la respuesta es afirmativa en ambos casos. Por emplear un símil floral: hay dos aromas en la obra, pero se hallan tan perfectamente disueltos entre sí que no se puede oler su perfume sin aspirar los dos al mismo tiempo.

Dedico esta lectura dramatizada al maestro Juan Antonio Hormigón: porque fue él quien me honró con esta hermosa tarea, porque gracias a él muchos textos como éste han podido ver la luz… y porque le vamos a echar mucho de menos.

Vanessa Martínez

 

Teatro ClásicoLa hija de las flores – Dramatización