Organizado conjuntamente por el Museo Nacional del Prado y la Compañía Nacional de Teatro Clásico, el itinerario «Calderón y la pintura» pretende invitar al público a contemplar la pintura barroca de la colección permanente desde la sutilidad conceptual y estética de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681).
Concebido como una intervención en diferentes salas de la primera planta del edificio de Villanueva, el itinerario consta de tres niveles expositivos que se complementan entre sí: una selección de citas calderonianas, colgadas en las paredes, propone un sugerente diálogo entre la lucidez del escritor y el lenguaje de los pintores barrocos; una serie de cuadros, comentados en relación al teatro calderoniano, permiten recorrer algunas de las inquietudes más significativas para el escritor y su época, tanto temáticas como formales; y varios textos contextualizan el pensamiento del autor en relación a la pintura.
En el contexto del itinerario, se han grabado seis piezas audiovisuales, protagonizadas por Lluís Homar y Beatriz Argüello entre otros intérpretes, en las que los textos de Calderón interactúan con una selección de cuadros para apreciar similitudes temáticas e incluso influencias pictóricas. Estas piezas se proyectan diariamente, con una duración total de 30 minutos, en la Sala de conferencias del edificio Jerónimos hasta el 10 de septiembre.
Itinerario «Calderón y la pintura»
Los itinerarios del Museo del Prado se conciben como una invitación a contemplarlo de manera distinta a la habitual. Para ello se recaba la colaboración de profesionales ajenos a la institución y a las disciplinas que en ella tienen acomodo habitualmente. El objetivo es procurar al visitante una mirada distinta, inusual pero rigurosa, a nuestras colecciones.
Así sucede con «Calderón y la pintura», el insólito itinerario creado por Albert Arribas y Xavier Albertí recorre 17 salas de la primera planta del edificio Villanueva en las que exponen obras imprescindibles del Barroco como Las Meninas de Velázquez, Aquiles descubierto por Ulises y Diómedes de Rubens, Hércules lucha contra la hidra de Lerna de Zurbarán, Isaac y Jacob de Ribera o San Jerónimo de Francisco de Herrera ‘el Viejo’. Una selección de citas calderonianas, colgadas en las paredes, propone un sugerente diálogo entre la lucidez del escritor y el lenguaje de los pintores barrocos. Al mismo tiempo, una serie de cuadros, comentados en relación al teatro calderoniano, permiten recorrer algunas de las inquietudes más significativas para el escritor y su época, tanto temáticas como formales. Y, para profundizar en ellas, el recorrido se completa con varios textos que contextualizan su pensamiento en relación a la pintura.
En el contexto del itinerario de «Calderón y la pintura», se han seleccionado unos materiales textuales, donde es fácilmente reconocible la técnica de escritura calderoniana de pintar con palabras, para interactuar con una selección de cuadros donde se pueden apreciar similitudes temáticas e incluso influencias pictóricas. Estas interactuaciones han dado como fruto unas piezas audiovisuales que se proyectan diariamente, con una duración total de 30 minutos, en la Sala de conferencias del edificio Jerónimos hasta el 10 de septiembre a las 12.30, 13.30 y 16.00h. En ellas, Beatriz Argüello interpreta a Medea en Los tres mayores prodigios junto a Judit en el banquete de Holofernes de Rembrandt; Rafa Castejón interpreta a Ludovico en El purgatorio de san Patricio junto a El jardín de las delicias del Bosco; Lluís Homar interpreta a Fernando en El príncipe constante junto al San Antonio Abad y san Pablo, primer ermitaño de Velázquez; Natalia Huarte interpreta a Semíramis en La hija del aire junto a Combate de mujeres de Ribera; Arturo Querejeta interpreta a Aristóbolo en El mayor monstruo del mundo junto a El rapto de Helena de Tintoretto; e, Isabel Rodes interpreta a Circe en El mayor encanto, amor junto al Rapto de Europa de Rubens.
Para más información en el documento de la nota de prensa:
Nota de prensa Calderón y la pintura
“CALDERÓN Y LA PINTURA”
TEXTOS GENERALES
El dramaturgo Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), que también ejerció como escenógrafo, fue un gran amante del arte, y en particular del arte de Velázquez. Además de cultivar ese gusto como coleccionista, al final de su carrera teorizó sobre esa forma de expresión artística en un pleito por impuestos entre el procurador general de Madrid y los pintores de la ciudad, quienes pidieron que Calderón declarara como testigo en su favor por la inclinación que el escritor siempre había tenido hacia la creación pictórica. Además, en su teatro abundan las reflexiones sobre nuestro modo de aprehender la realidad y “cifrarla” en cambiantes discursos mitológicos, filosóficos, teológicos, artísticos o científicos.
Pocos autores supieron imbricar tan íntimamente belleza y pensamiento como Calderón. Tras sus conflictos dramáticos suele subyacer el problema de la percepción y la comunicación, e incluso varias de sus obras muestran a pintores en acción, como El pintor de su deshonra o Darlo todo y no dar nada, que retrata la relación de Felipe IV con Velázquez a través de los personajes de Alejandro Magno y el gran pintor Apeles.
Traducir y repensar
En el siglo XVI, los numerosos hallazgos sobre el funcionamiento del cuerpo humano y su relación “sensible” con el mundo aceleraron una revolución filosófica y sociológica que situaría la sensibilidad en el centro de muchas jerarquías de nuevo cuño. El conocimiento empírico se hizo cada vez más metódico, lo que llevó a cuestionar las viejas autoridades.
En ese mismo sentido, el teatro de Calderón no cesa de recordarnos que la traducción fue un fenómeno cultural de enorme relevancia para su época, no solo porque contribuyó a revisar los postulados clásicos al releer críticamente las fuentes, sino porque además evidenció la influencia que los procesos interpretativos ejercen sobre la realidad. En cierto modo, las fábulas mitológicas, los dogmas religiosos, las técnicas artesanales o los usos pictóricos, así como la captación de los estímulos a través de los sentidos y el sistema nervioso, traducen lo real desde las limitaciones humanas. Y tener consciencia de ello aboca al individuo a replantearse su identidad y su encaje en el universo.
Complicidades críticas
Si el teatro de Calderón ha ejercido un fuerte influjo sobre grandes artistas posteriores, en buena parte es debido al protagonismo que este autor otorga a la reflexión sobre el conocimiento y sus deficiencias insalvables. Aunque las obras calderonianas a veces tengan una carga dogmática o propagandística, siempre hay en ellas una crítica a las convenciones y al lenguaje, lo cual anticipa sutilmente los profundos cambios que harían tambalear aquellos regímenes que el dramaturgo dice reivindicar.
En cierto modo -por citar tres casos bien conocidos-, lo mismo sucedía con el creciente protagonismo de la luz en la obra de Caravaggio, la corporalidad en la de Rubens o la pincelada en la de Velázquez. Mientras que estos pintores se erigieron en cómplices necesarios de su presente político y religioso, el trabajo formal que proponían cuestionaba las doctrinas de su época y anunciaba rupturas posteriores.
Los peajes de la identidad
En el teatro de Calderón de la Barca, el mundo es entendido como la proyección de una realidad más amplia; de manera que la vida consiste en un teatralizar perpetuo. Ese enfoque pone de manifiesto la enorme influencia que los creadores pueden ejercer sobre los imaginarios colectivos. Para acceder a la realidad, nuestra inteligencia debe pagar el peaje de los sentidos y las formas de representación. Para construir la memoria colectiva, la mediación artística resulta inevitable.
En el Barroco, el hecho de saberse seres corporales caracterizados por su caducidad no invalidó la conciencia metafísica, pero los acelerados cambios que trajo consigo la nueva comprensión del cuerpo acabaron por problematizar la dimensión simbólica de lo humano. Como muestran las obras calderonianas, la época reflexionó ampliamente sobre la felicidad y el modo de trascender los límites temporales, en un contexto en el que se estaban replanteando los mecanismos de “validación” simbólica de la existencia.
La eclosión del pensamiento contemporáneo
Para reconocer la complejidad intelectual que palpita en las obras de Calderón, deberíamos entender también que la Reforma y la Contrarreforma no fueron fenómenos homogéneos ni exactamente antagónicos. De hecho, el sincretismo con la cultura clásica y el redescubrimiento del cristianismo primitivo dinamizaron los discursos teológicos a lo largo de toda Europa, creando unas bases comunes para desarrollar el pensamiento científico contemporáneo.
La cosmovisión occidental estaba cambiando tras el desembarco europeo en América. Así, algunos de los centros que habían sustentado las antiguas jerarquías fueron desplazados, ya cambio se revitalizaron otros ámbitos hasta entonces periféricos, que ganaron legitimidad para negociar sus intereses. A la par que la navegación daba acceso a “nuevas” realidades, las técnicas modernas se lanzaron a “descubrir” los cuerpos humanos, celestes y terrestres, lo cual impulsó un creciente materialismo que acabaría destronando los viejos idealismos.