Ficha Didáctica 52
La acción comienza a las afueras de Zalamea, un pueblo de Badajoz. La soldadesca y los pícaros que los acompañan, Rebolledo y la Chispa, se quejan de las largas jornadas y entretienen el camino con bromas y canciones. A la vista del campanario del pueblo hacen un alto, pero no saben si podrán quedarse, aunque enseguida llegan el capitán Álvaro de Ataide y su sargento, que les comunican que descansarán allí unos días mientras esperan a que llegue el jefe de la expedición, don Lope de Figueroa, y con él el resto del ejército. El sargento aposenta a los soldados en las casas del pueblo, llevando al capitán a la de Pedro Crespo, el labrador más rico del lugar, para que disfrute de la belleza de su hija Isabel. Sin verla, el capitán la desprecia por ser villana. Don Mendo y su criado Nuño aparecen en escena, paseando la calle de la casa de Crespo. Mendo es un hidalgo empobrecido que apenas tiene qué comer, pero que se empeña en guardar las apariencias; aunque está muy interesado en Isabel, parece que no quiere pedirla en matrimonio para no unir su sangre noble a la de una villana, aunque el dinero de Crespo sería su salvación. Isabel no le hace ningún caso. El sargento informa a Pedro Crespo y a su hijo Juan de la obligación de acoger en su casa al capitán don Álvaro, cosa que Crespo acepta como súbdito leal que es. Cuando Juan sugiere a su padre que podría evitárselo comprando un título de nobleza, Crespo (orgulloso de su ascendencia y condición de villano) rechaza esa posibilidad por considerarla una hipocresía. Crespo, padre precavido, manda a su hija que mientras el militar esté en su casa se retire con su prima a un desván para que él no pueda verla; Isabel, que ya lo había pensado, lo acepta con naturalidad y convencimiento.