Enrique VIII y la cisma de Inglaterra
de Calderón de la Barca.
¿Qué responsabilidad tiene un monarca frente al pueblo que gobierna? ¿Qué sucede cuando la máxima institución del Estado antepone sus deseos o intereses a los de su nación? ¿O cuando está mal asesorado por sus consejeros? ¿Qué espiral de caos, de violencia y de desorientación puede proyectar la corona sobre la Corte y el Estado entero? ¿Cuántas víctimas pueden quedar como rastro de un infame reinado? Estas, a pesar de su elocuente actualidad, son algunas de las preguntas que Calderón plantea en este drama. La cisma de Inglaterra es una obra de juventud de Calderón pero en la que ya residen muchos de sus temas capitales. La determinación del destino propia del neoestoicismo frente al libre albedrío que defiende Calderón, la responsabilidad de un monarca ante su pueblo, y la importancia de obrar bien más allá de los intereses individuales son algunos de esos motivos constantes en su obra. Bajo el aspecto de un conflicto teológico sobre la ruptura de la iglesia anglicana y con la aparente forma de un drama histórico, adecuadamente adulterado por Calderón para sus propósitos propagandísticos, lo que aflora es un drama humano de dimensiones titánicas. Un hombre en constante huida hacia adelante de sus propias contradicciones y dudas, una víctima de su pasión y su lujuria, provoca un cataclismo político, religioso y humano en una corte que se desnorta con su pérdida. Enrique es víctima y verdugo de su reino. La cisma de Inglaterra es un texto prolijamente estudiado en su aspecto literario pero olvidado, como tantos, fuera del canon y del repertorio habitual, condenado al destierro de los escenarios. Gracias al CNTC y a su coraje vuelve ahora al territorio que le pertenece.
Ignacio García
Director del montaje
ASESOR DE VERSO: Vicente Fuentes
COREOGRAFÍA: Manuel Segovia
SELECCIÓN Y ADAPTACIÓN MUSICAL: Ignacio García
ILUMINACIÓN: Paco Ariza
VESTUARIO: Pedro Moreno
ESCENOGRAFÍA: Juan Sanz y Miguel Ángel Coso
Dirección
Ignacio García
Versión
José Gabriel López Antuñano
EL REY ENRIQUE VIII: Sergio Peris-Mencheta
ANA BOLENA: Mamen Camacho
PASQUÍN: Emilio Gavira
EL CARDENAL VOLSEO: Joaquín Notario
TOMÁS BOLENO: Chema de Miguel
CARLOS, EMBAJADOR DE FRANCIA: Sergio Otegui
DIONÍS/ CAPITÁN: Pedro Almagro
REINA DOÑA CATALINA: Pepa Pedroche
INFANTA MARÍA: Natalia Huarte
MARGARITA POLO: Maria José Alfonso
JUANA SEMEYRA: Anabel Maurín
SOLDADO: Alejandro Navamuel
SERVIDOR DE ESCENA: Antonio Albujer
SERVIDOR DE ESCENA: Karol Wisniewski
FLAUTA DE PICO: Anna Margules/Trudy Grimbergen
VIOLA DE GAMBA: Calia Álvarez
De La Cisma de Inglaterra a Enrique VIII
Con ocasión de un curso sobre Calderón que dicté en la Universidad de Tartu (Estonia), releí parte de la obra de Calderón y descubrí, entre otras, alguno de los títulos menos representados, La cisma de Inglaterra. Drama sin una datación precisa, 1625-1627, donde ya se encuentran rasgos del Calderón maduro de La vida es sueño. En esta obra aborda cuestiones existenciales, el libre albedrío, la pugna deseo-pasión, el sueño o la realidad y los componentes irracionales en el comportamiento humano, el sentido de la culpa, la esencia del poder y algunos temas más en el marco de un drama histórico. No me extrañaron los elogios de Parker, Arellano, Ruiz Ramón, McKendrick y otros estudiosos de esta obra.
Casi una década después, Ignacio García me propuso hacer la versión de este drama y, antes de responderle, lo leí de nuevo con una visión más teatral. De inicio, me asaltaron las dudas porque, junto a un acrecentado interés por los temas, intuía problemas para su escenificación. Revisé las precedentes y sólo encontré tres: la de Andrés de la Vega en 1627, y ya más próximas la de Manuel Canseco al frente de la Compañía Española de Teatro Clásico, estrenada en 1979 en el Real Coliseo Carlos III de El Escorial, y la de Zampanó que se vio en el Centro Cultural Galileo de Madrid en septiembre de 1991. Todas con escaso recorrido.
La versión de La cisma de Inglaterra arranca de la motivación del director de proponer una reflexión sobre el poder político: ¿servicio a los ciudadanos o bien ocasión para satisfacer pasiones y colmarse de riquezas? Llegado este punto, tengo que decir que el trabajo con el director tanto en la reescritura dramática como en la puesta en pie del texto ha resultado enriquecedora y cómplice. El tema propuesto, por otra parte tan actual y objeto del debate ciudadano, está en el drama de Calderón, pero no como asunto principal y se hacía preciso afinar la ordenación de la trama para que aflorase con toda su pujanza. Es preciso recordar que La cisma de Inglaterra es una revisión histórica de la separación de Roma de la iglesia de Inglaterra, vista desde la perspectiva católica y escrita casi un siglo después de la ruptura, cuando el anglicanismo mostraba su brío. Calderón en su cisma, y apoyado en la Historia eclesiástica del cisma del reino de Inglaterra de Rivadeneira, abre las puertas a una Historia que podía haberse escrito de otra manera.
La fábula interesaba en cuanto soporte para reflexionar acerca del poder y para entreverar en ella otros temas nucleares, expuestos líneas arriba, fundamentos basilares del gran Calderón, el hombre humanista y pensador, comprometido con su tiempo. Sin embargo se hacía necesario eliminar la hojarasca, la información hoy innecesaria y dejar la historia como bastidor. Este proceso no sólo ha prescindido de lo superfluo, sino que ha obligado a equilibrar segmentos de trama, para dosificar datos, revestir las ideas con palabras y lograr la necesaria causalidad.
La intervención sobre el texto original se efectúa también sobre estructura y personajes. Las tres jornadas ofrecían problemas para la escenificación: excesiva información inicial, ofrecida en monótonas escenas de dos, que impedían el avance de la acción; caídas de ritmo a causa de partes más narrativas o expositivas que dramáticas; y un doble final, donde Calderón se separaba de la historia verdadera. El trabajo sobre la estructura se orientó hacia la consecución de un ritmo rápido, donde la historia se entendiera sin la premiosidad de la primera jornada, a reforzar el carácter dialógico y a la reordenación de algunas escenas que, con su nueva disposición, ahorraban la lenta información y la repetitiva disposición de personajes. La versión actúa sobre el final en la dirección de nuestro tema principal, que prefiero no adelantar. Estos trabajos en la versión modifican el foco de atención temático: ya no se pretende contar el cisma de la iglesia anglicana, sino centrar el drama existencial con consecuencias políticas de Enrique VIII. De ahí, ese añadido al título original (Enrique VIII y La cisma de Inglaterra) por el convencimiento de su carácter informativo.
Otra preocupación se cernía sobre los personajes. En la obra de Calderón, algunos se difuminan: Catalina de Aragón, Pasquín, la infanta María, Margarita Polo; mientras que otros, Enrique VIII, Volseo o Ana Bolena, más consistentes y trabajados por el autor, parecían carecer de voluntad o definirse por lo que en la dramaturgia del diecinueve se denominó personajes de una pieza, encarnación de la debilidad, la maldad o la astucia. Dar mayor consistencia a los primeros (Catalina no encarna la sumisión, ni Pasquín es el simple gracioso, sino conciencia crítica y reflexiva de su señor) y humanizar a los segundos y crearles su arco de personaje fue otra de las tareas.
La preocupación inicial consistía en llevar a cabo estos trabajos sin alteraciones métricas, lingüísticas o semánticas. Poco se encontrará de cosecha propia, más bien el trabajo ha consistido en encontrar versos correspondientes, expresiones que ya figuraban en el original y no actualizar las palabras. El contexto y las intenciones de los actores acercan un lenguaje de ayer a hoy. No me detengo en exponer la métrica de La cisma de Inglaterra, pero sí quería señalar tres estructuras estróficas magníficas: las octavas reales que dirá el embajador de Francia en un arrebato amoroso que detiene el tiempo; las silvas en correspondencia a la turbación real; y las estrofas de pie quebrado con resonancia manriqueña, cuando la muerte acecha a algunos personajes. Musicalidad métrica y acompañamiento musical de Ignacio García, que es una bella sutileza en la propuesta escénica.
Termino con referencias a las tres fuentes utilizadas para la versión: el pdf publicado por cervantesvirtual.com, que recoge la publicación de 1750 en la imprenta de Antonio Sanz, localizada en la Biblioteca Histórica Municipal de Madrid; la edición Valbuena Briones, publicada en Obras completas de Calderón de la Barca de la editorial Aguilar, Madrid, edición de 1969; y la edición al cuidado de Ruiz Ramón, en Clásicos Castalia, Madrid, 1981.
José Gabriel López Antuñano
Autor de la versión
Enrique VIII y la cisma de Inglaterra
Trailer
Enrique VIII y la cisma de Inglaterra
Primer día de ensayos
Enrique VIII y la cisma de Inglaterra
Primera lectura
Madrid
Teatro Pavón
Del 27 de febrero al 26 de abril
Festival de Almagro (Almagro, Ciudad Real)
del 2 al 12 de Julio del 2015
Texto 73
Versión de José Gabriel López Antuñano.
128 páginas.
Madrid 2015
Precio: 10 €